sábado, 15 de noviembre de 2014

Tamaulipas, vísperas revolucionarias



Ciudad Victoria, estación del FF CC


Gupo en suerte que encontráramos las últimas crónicas del Tamaulipas porfiriano. Están reunidas en voluminoso tomo. Raro y antiguo, resulta empero difícil consultarlo. Pudiéndolo hojear, veamos cómo era la entidad momentos antes de la Revolución Mexicana.

Etnia


Hablamos del libro de viajes “México al día”, que escribiera Adolfo Dollero. Este autor de origen italiano recorre nuestro país hacia 1910. Lo acompañan el ingeniero Armando Bornetti y Arturo Vaucresson, doctor en química. Provisto de pluma y cuaderno, lleva minuciosos registros de sus periplos.


En lo que ahora interesa, señalaremos que Dollero ingresa a Tamaulipas desde el sureste potosino, acompañándolo siempre Vaucresson y Bornetti. Las peripecias relativas inspiran el capítulo XII del referido volumen. En vez de usar el servicio ferroviario, privilegian cuanto pueden las rutas a caballo, acaso con la idea de conocer más. Ello permite acuciosas observaciones, sin empañarlas los prejuicios extranjeros.


En fechas previas exploran las proximidades de Valles, SLP. Los “indígenas […] nos dirigían […] amables saludos en español o en huasteco”; las mujeres “llevaban el blanco ‘quisquémel’ [sic] de tela […] bordada con flores, pájaros y adornos de gusto exquisito”, relata el trotamundos italiano. Continúa: “Ellas […] cosechan el algodón que hilan y tejen en telares primitivos, bordando […] la tela con suma habilidad”. Nótese que aún está lejos de surgir la ocurrencia de llamar tenek al idioma huasteco y a su etnia parlante.

Circunstancias

 

“Al día siguiente –puntualiza--, salimos para Tampico”, aunque como “teníamos por costumbre […] ir ante todo a la capital de cada estado” de la República Mexicana, “salimos enseguida para Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas”. Viajan al parecer en tren. “Una línea buena es la del Ferrocarril Central, que une Tampico a […] Monterrey y Torreón”, rememora.


Dollero afirma: “Ciudad Victoria […] tiene aproximadamente 17,000 habitantes […] hoteles muy malos y poco de interesante, excepción hecha de algunas casas” mercantiles “que ya han casi monopolizado el comercio local y otras que se dedican al cultivo y a la exportación de fibras textiles”.


Nos comparte que en los alrededores “hay plantíos de naranjos y de huertas fértiles, porque están regadas por un torrente que corre poco distante”, tratándose sin duda del río San Marcos. Y si bien “a 163 kilómetros” está “la ciudad de Tula”, quedan sin visitarla, puesto que “siendo allí la ‘diligencia’ el mejor medio de transporte, hubiéramos perdido demasiado tiempo, por lo tanto regresamos para Tampico” ante las circunstancias.


Batuta


En la urbe porteña encuentran “hermosos edificios, calles bien trazadas, plazas amplias y […] jardines con muchas plantas exóticas”. Por desgracia –lamenta el cronista--, “los mosquitos nos picaron a su antojo […] y Vaucresson” queda tan “hinchado de la cara y de las manos” que “parecía haber sido víctima de golpes”.


El trotamundos entonces considera: “Tampico es esencialmente un centro comercial; sus industrias son pocas y de escasa importancia”, panorama que el oro negro pronto alterará. Remata mientras: “Hemos ido a ver el punto donde el río Pánuco desemboca […] se denomina La Barra”. Recorren asimismo “la playa arenosa inmediata a La Barra, recogiendo conchas marinas. Tres personas” se bañan ahí.

“Nosotros […] deseábamos imitarlos”; sin embargo, “temíamos los tiburones que abundan en el Golfo de México”. A las flamantes escolleras ni media palabra les dedica, advirtiéndose que el nombre de Miramar para “la playa arenosa” todavía brilla por su ausencia.


Adolfo Dollero concluye en septiembre de 1910 “México al día (Impresiones y notas de viaje)”. Hasta el posterior año aparece impreso. Bajo la batuta de Francisco I. Madero, el movimiento revolucionario termina entretanto con la senil dictadura porfiriana.
 
Por Raúl Sinencio Chávez
 
Publicado en La Razón, Tampico, Tamps.

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