domingo, 10 de mayo de 2015

De cuando conocí al asesino de mi padre Roque Dalton


Edgar Alejandro Rivas Mira, principal instigador y autor intelectual del asesinato de Roque Dalton y de Armando Arteaga, el 10 de mayo de 1975, está presuntamente muerto. Conocido en la clandestinidad como Luis Ríos, Sebastián Urquilla, el Choco Sebastián o El Capitán, habría fallecido hace aproximadamente en 2009.

No sólo éso: su esposa Ana Angélica Meardi Araujo, habría fallecido también en 2011; ambos murieron en la capital mexicana, sumidos en la soledad, el olvido y el más absoluto deterioro de sus facultades morales, mentales y físicas.

Habría acabado así, en cierta medida, el misterio que encierra a esta pareja, al menos en lo que se refiere a su última ubicación geográfica y las circunstancias finales de sus vidas. 

No tenemos la fecha ni lugar exacto de sus fallecimientos, tampoco dónde fueron sepultados ni bajo qué nombres. Sólo sabemos que murieron, con dos años de diferencia entre uno y otro, en el Distrito Federal de los Estados Unidos Mexicanos.


El simpático Luis Ríos, se transformó en el siniestro y prepotente “Capitán Sebastián Urquilla”

Corrían momentos convulsos, especialmente en América Latina. Los movimientos de izquierda habían entrado en una etapa de reelaboración de sus estrategias. Se dejaba atrás la teoría del foco guerrillero y se asumían las estrategias insurreccionales y las de guerra popular prolongada… El Salvador seguía sumido en una dictadura inamovible.

Mi padre estaba preocupado y seguramente con muchas incertidumbres. Los guerrilleros guatemaltecos y nicaragüenses estaban refundando sus guerrillas y Roque Dalton era parte de ese esfuerzo. Cuba, entonces, era un hervidero de guerrilleros. Pero entraba también la etapa triunfos electorales, como el de Allende o de los militares nacionalistas como Omar Torrijos, en Panamá.

En eso apareció un personaje en La Habana: Luis Ríos. Joven y simpático. Venía de Alemania Occidental. ¿Podría ser entre 1969 o 1970?

Recuerdo a Luis Ríos siempre risueño... Siempre contando chistes y haciendo pantomimas al tiempo que narraba sus cuentos. Se integraba a un grupo de gente, entre centroamericanos, brasileños, uruguayos y mexicanos, intelectuales revolucionarios que residían temporalmente en La Habana.

Nuestra casa y la de la periodista mexicana Marta Solís, que quedaba a tres cuadras de distancia, eran los centros de las reuniones, en las que había debates políticos y jolgorios.

El tal Luis Ríos, de pantalones verdes de corduroy, no era otro que Edgar Alejandro Rivas Mira…, pero yo no lo supe hasta varios años después.

Ni más ni menos que el fundador de “El Grupo” –pequeña guerrilla que tuvo como hecho relevante el secuestro y asesinato de Ernesto Regalado Dueñas-. Posterior a ese funesto hecho, se convierte en el fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo –ERP-, en cuyo seno se hacía llamar “El Capitán”, otros le decían “El choco Sebastián Urquilla”.

No tenía muchas ideas sobre lo que este individuo llegó a hacer a Cuba en su etapa de Luis Ríos, pero después he descubierto que estuvo haciendo un entrenamiento como parte de una red de la inteligencia cubana. Hay una gruesa sospecha de que éste era una especie de “doble agente”, pero que actuó especialmente al servicio del imperialismo.

Luego este tipo desapareció y no volvimos a saber de él...

A mediados de 1970 con mi madre y mis hermanos, hicimos un viaje de La Habana a San Salvador, para visitar a nuestra familia. El entonces presidente Fidel Sánchez Hernández autorizó nuestro regreso y nos extendieron "pasaportes especiales" por gestiones de mi tío Alfredito Morales, quien era vicepresidente de la Asamblea Legislativa y era amigo personal del presidente Sánchez Hernández.

Durante esta visita al país, Salvador Cayetano Carpio (quien en abril de 1970 fundó una de las organizaciones de izquierda armada más poderosa de Latinoamérica) contacta a mi madre para entregarle un documento que ella entregó a mi padre a su regreso a La Habana. Era la carta de renuncia de "Saúl" -quien después se convirtiera en "Marcial"- al liderazgo del Partido Comunista (PCS).

Antes de septiembre de 1970 regresamos a La Habana. Mi padre un poco después hace un viaje a Chile, con Allende aún en el poder. Supimos que mi padre se reunió clandestinamente con Fabio Castillo Figueroa, quien había sido enviado por Rivas Mira, para solicitarle a mi padre que se integrara al ERP.

Sin embargo, existen versiones que indican que Fabio llegó a hablar con mi padre en nombre también de “Marcial”; todo ello, según parece, debido a un supuesto acuerdo de unidad que se estaba gestando entre ERP-FPL.

Es así como mi padre decidió su integración a la guerrilla salvadoreña; aunque en ese entonces estaba por decidir irse con los guatemaltecos que fundarían el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) o con los nicaragüenses que refundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que eran parte de un llamado Organismo Revolucionario Centroamericano.

Cuando triunfa la revolución en Nicaragua, en su primer discurso de celebración de la victoria sandinista, Daniel Ortega, pasa revista a los héroes del FSLN y entre ellos mencionó a Roque Dalton.

Reaparece Luis Ríos

Corría entonces el año 1972 y aparece nuevamente aquel Luis Ríos... Pero de su rostro había desaparecido todo lo que pudiera llamarse simpatía, carisma y buen humor.

Lo vi dos o tres veces en mi casa, donde hicieron reuniones a puerta cerrada.

Ya no hacia chistes ni bromeaba. Mi hermano Roque y yo, sin embargo, le pedimos formalmente nuestro ingreso al ERP para incorporarnos a la guerrilla, pero ni nos respondió. Nos miró de manera rara...

Nunca más lo volví a ver. Su esposa Angélica Meardi estuvo varias veces después en mi casa. Mi madre se quejaba de su trato pedante y prepotente; a cada rato mencionaba a su marido y se refería a él como "el jefe".

Por razones de “seguridad” fueron enviados a La Habana los padres de Rivas Mira. Vivian el par de ancianos en un hotel de La Habana Vieja. Mi mamá y nosotros los íbamos a visitar y salíamos a pasear.

Mi madre, con mucha discreción, siempre se comportó muy respetuosa y afable con los señores padres de Rivas Mira. Los llevaba al médico y atendía sus necesidades, al igual que compartía sus nostalgias.

Cuando mi padre fue asesinado, los padres de Rivas Mira aún se encontraban en Cuba. Nunca nadie les dijo nada… Recuerdo que pronto dejamos de frecuentarlos.

Un encargado del Departamento América del Partido Comunista de Cuba (PCC) le contó a mi madre que los padres de Rivas Mira supieron del asesinato de mi padre y supieron que su hijo había dado la orden. Los señores estaban temerosos porque creyeron que los cubanos se “vengarían” o tomarían represarías con ellos… Pero nada les sucedió. Al poco tiempo supimos que se habían marchado a San José, Costa Rica, donde al parecer fallecieron.

¡Increíble la vida! Rivas Mira, el máximo autor intelectual del asesinato de Roque Dalton, no solo terminó con la vida de mi padre, quiso desaparecerlo y desprestigiarlo, dejarlo totalmente en la sombra... Actuó con singular odio.

Después del asesinato de mi padre, Rivas Mira huyó del ERP con el dinero del rescate que pagó la familia Poma, por la liberación de Roberto Poma, al que plagiaron y asesinaron.

Rivas Mira con su entorno engañó de manera brutal a la familia Poma, porque negoció el rescate del empresario cuando ya estaba muerto.

Rivas Mira nunca actuó solo, siempre lo acompañaron Vladimir Rogel, Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez (Jonás). Si algo tienen en común estos cuatro nefastos personajes de la historia salvadoreña son las manchas de sangre de Poma y de Roque Dalton en sus manos.

Cuando la impunidad se acabe en mi país, estos personajes serán parte de su historia criminal y catalogados como lo que realmente fueron: asesinos fríos y calculadores, protegidos por poderes políticos impúdicos.

  
Por Juan José Dalton


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