miércoles, 28 de diciembre de 2011

Chikomexochitl



Había un muchacho que estaba en su casa. Su abuela no lo quería ver, ya que ese muchacho hacía muchas cosas. Decían que cantaba, agarraba ramas y hojas de naranjo, hojas de piste,hojas de flores. Y tocaba y hacía una flauta de carrizo. Tocaba y hacía cosas; quebraba un palo y hacía su guitarra o su violín.

Y su abuela no lo quería ver. Su abuela se enojaba, lo mandaba a que fuera lejos, que fuera a traer leña, que fuera lejos, que fuera a ver animales, borregos, gallinas.., cualquier cosa que fuera a ver. Luego él iba, pero iba rápido, hacía esa cosa y cuando regresaba seguía igual.

Cuando llegaba a su casa hacía muchas cosas, lo que él quería hacer: bailaba, cantaba, quién sabe qué hacía allí. Luego se enojó su abuela y le dijo:

−Me molestas mucho, me estás dando dolor de cabeza. Ya no quiero ver que estés aquí. Mejor vete a otro lado, donde tú quieras.

Pero el muchacho no se va. No se enoja, solamente se calla y ríe, ríe.Y la abuela ya es muy abuelita, ya no puede andar. Luego ella una vez le dijo y quedó de acuerdo con la acamaya. La anciana fue a verlo, le dijo:
−Acamaya, yo voy a mandar a uno de mis nietos que venga. Y aquí, cuando llega mi nieto, lo vas a agarrar y lo vas a comer. Ya no lo vayas a soltar. Mételo debajo de esa piedra, le dijo.Luego la acamaya le dijo a la anciana que sí. Cuando la anciana regresó le dijo a su nieto, le dijo: −Vete, ve a ver a una acamaya, le dijo, Ve a verla donde está, le dijo.

Luego se fue, el muchacho se fue, fue a ver que había un abismo de agua profunda.Había allí una gran agua profunda. ¿Cómo atravesar el agua ahora que aquí estaba el abismo? Y al otro lado había puras piedras. No sabía cómo atravesarla. Fue a llamar a una tortuga. 

Le dijo: −Tortuga, ¡ven!, dijo. 
Luego emergió la tortuga. Le dijo: −¿Qué quieres Chikomexochitl? 
Entonces le dijo, le contestó:
−A mí me manda mi abuela que vaya a ver a la acamaya. Pero ahora, ¿cómo me iré? Es muchísima esta agua. ¿A poco iré encima del agua? No voy a aguantar atravesar esta agua.
−Bueno, no te preocupes, yo te llevaré, le dijo.

Entonces la tortuga lo cargó, Chikomexochitl se sentó en la espalda. Y lo llevó, un día lo llevó encima del agua. Entonces fue a llegar. Chikomexochitl le preguntó:
−¿Dónde está la acamaya?
−Allá está, si quieres te lo enseño, le dijo. La tortuga se fue con él, le fue a enseñar donde estaba esa acamaya. Luego el muchacho le fue a llamar, le fue a decir: 
−Acamaya, ¿dónde estás?, le dijo.
Luego viene, salió. Trae dos tenazas, muy grandes trae sus tenazas. Le dijo:
−Aquí estoy.
Ahora, Chikomexochitl es inteligente. Agarró, cuando traía su tenaza, agarró una de sus tenazas. Se la agarró bien, le arrancó una de sus tenazas. Luego Chikomexochitl está contento porque había arrancado una de sus tenazas. Allí estaba dos días. Regresó y gritó a la tortuga. Le dijo:
−Tortuga, ahora llévame por donde me trajiste. Entonces otra vez subió encima de la tortuga y regresó. La tortuga lo trajo a su casa. Allí en la orilla del río lo fue a dejar.
Entonces Chikomexochitl salió, se fue donde estaba su abuela. Se fue, fue a verla. La abuela le dijo:

−No te fuiste, le dijo, ¿no te fuiste donde te mandé? Y yo quiero que te vayas. Ya no quiero que estés aquí, le dijo.
−¡Pero sí fui abuela!, le dijo.
Entonces Chikomexochitl le fue a enseñar la tenaza de la acamaya.
−Aquí traigo la tenaza de esa acamaya si no me crees que fui. Entonces se la enseñó.
−¿Y cómo lo hiciste?, ¿cómo lo hiciste? ¿Para qué traes la tenaza de la acamaya? Y yo le había hablado a la acamaya, no más la ibas a ver. Y ahora, ¿para qué traes su tenaza?−Pero como ya le quité su tenaza ahora aquí la traigo.
−Bueno..., dijo la abuela.
Y luego allí está, baila, toca, juega, lo que hace allí. Su abuela sigue igual. Lo manda que vaya lejos a cuidar animales, lo manda a que cuide abejas, lejos lo manda. Chikomexochitl se iba pero no tardaba, como se apuraba. Se iba, pero allá baila, muchas cosas hace. Entonces regresa. Su abuela le dice:
−Ahora ve a este lugar, le dice. Ve, vete a este lugar. Ahí vas a ir, ahí llegas donde hay una piedra
y ahí te vas a sentar. Y allí vas a amanecer, le dice. No vas a regresar. Vas a regresar hasta mañana.

Entonces el muchacho estuvo contento. Se fue donde le había mandado su abuela.Allí llegó, anochece. Había un árbol, ese árbol era grande. Pero el árbol se hizo pequeño. Y de veras se hizo pequeño, no muy grande. Anochece y Chikomexochitl subió arriba en el árbol.
Luego el árbol crece grande nuevamente. Y abajo llegaron los hombres malos. Abajo llegaron, Chikomexochitl los vio. Ellos vienen, se juntan, se juntan, quieren comer al muchacho. Pero como Chikomexochitl está arriba no lo pueden comer. Y no lo comieron. Allí está.
Amaneció, amaneció y está allí. Entonces cuando amaneció los hombres malos se fueron. Chikomexochitl bajó; el árbol se hizo otra vez pequeño y Chikomexochitl bajó. Fue a ver a su abuela, le dijo:
−Llegué, abuela.
−No te fuiste donde yo te mandé, y yo te mandé para que fueras”, dijo. “Pero ahora te irás.
Entonces la abuela le dio de comer, Chikomexochitl comió. Eran las cuatro de la tarde. Otra vez le mandó, le dijo:
−Ahora vete otra vez. Ahora vete con tu abuelo, le dijo. Entonces se fue con su abuelo. Siguió a su abuelo, quien le dijo:
−Vámonos, tu abuela dijo que nos fuéramos los dos. Es muy enojona, le dijo.
Entonces se fueron. Chikomexochitl siguió a su abuelo. Luego llegaron, anocheció.
Otra vez vinieron los hombres malos. Chikomexochitl subió arriba del árbol de nuevo. A su abuelo lo dejó sobre la piedra, donde había una gran piedra.
−Tú, siéntate aquí y yo voy a subir allí, le dijo. Yo me voy a ir arriba, le dijo.
Y subió, subió. El árbol se hizo grande. Chikomexochitl estaba viendo a su abuelo donde estaba sentado. Entonces empezó a anochecer. Empezaron a venir los hombres malos.
Cuando vieron a su abuelo empezaron a comerlo, empezaron a comer a su abuelo. Acabaron con su abuelo, solo quedaron cenizas. Cenizas y sólo dos de sus huesos estaban tirados.
Amaneció y Chikomexochitl trajo un hueso y un poco de cenizas.
Así fue a ver a su abuela. Le dijo:
−Regresé, le dijo.
−¿Y tu abuelo?
−No sé dónde se haya ido. Aquí traigo uno de sus huesos y un poco de cenizas. Mi abuelo se hizo cenizas.
−Y tú, ¿por qué no te quedaste?
−Yo no me quedé, no más mi abuelo se quedó.

Se enojó su abuela. Le mandó que fuera lejos. Le dijo que fuera a traer leña.Chikomexochitl se fue, fue a traer leña. Llegó de regreso y empezó a bailar, bailar adentro de la casa. Y tocó, cantó el Xochipitsauak. Entonces su abuela le dijo:
−Ahora vete otra vez, vete donde te mando. Ya no vas a regresar.
Se fue, pero esta vez llevó a su abuela. Su abuela se quedó abajo donde había una piedra. Allí se sentó. Nuevamente Chikomexochitl subió arriba, arriba del árbol estaba.
Entonces a la abuela la comieron. Cuando amaneció no estaba su abuela. Sólo puras cenizas
quedaron y unos huesos. Chikomexochitl bajó del árbol. Estaba contento y dijo:
−Mi abuela ya no quería verme. Ahora ya la comieron también. Ahora sólo sus huesos y su vestido están tirados.Y trajo al vestido y los huesos, los llevó a casa. Entonces allí estaba en su casa. Llegó contento y se hizo de comer. Comió. Cuando terminó de comer empezó a tocar y bailar. Allí empezó a hacer muchas cosas, como ya nadie le mandaba. Él se manda solo, lo que él quería lo hacía. Bailaba, hizo una flauta de carrizo, bonita la flauta. Y así hizo, empezó a tocar y bailar. E hizo un sombrero. Así hizo. Entonces estaba en la casa.Pero Chikomexochitl salió, se fue. Andaba no más en el monte. Ya no está dentro de la casa. Solo en el monte anda, anda, anda, el que hizo la canción que se llama Xochipitsauak. 
Se acabó.

Narrado por: Catalina Hernández
Adaptación: Anuschka Van’t Hooft

(Los relatos de la tradición oral se aprecian mejor y se disfrutan más al leerlos en voz alta [o, mejor aún, narrarlos] a familiares y amistades).

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