lunes, 13 de febrero de 2012

El amor , sus modos y ni modos - Por Sub. Marcos


Del amor y esas cosas (primeras de 7,777 partes)

Reflexión UNO: El principal defecto del amor es que se acaba.

Reflexión DOS: A la hora del amor, al amor nadie le pregunta su opinión.

Reflexión TRES: Antes del amor, se suelen quemar las naves que después, en el desamor, serán reconstruidas con rapidez.

Reflexión CUATRO: En el amor, fastidia la cercanía continua y desesperan las ausencias extendidas en tiempo y distancia.

Reflexión CINCO: El problema en el amor no es quitarse la ropa, sino quitarse el miedo.

Reflexión SEIS: Al amor nadie lo entiende, pero quienes menos lo entienden son los enamorados.

Reflexión SIETE: El amor es la única búsqueda donde, cuando uno, o una, según, encuentra, se pierde.

Fin de las reflexiones de Don Durito de La Lacandona.

____________________ O _____________________

El Viejo Antonio cuenta otra historia del insolente amor entre la luz y la sombra.


Tomó la lluvia un descanso, y una luna criando luz se retrató en el oscuro espejo de la noche. No en esta madrugada, sino en otra una, hace 10 años. El Viejo Antonio salió de su techo de nylon, miró hacia la creciente herida de luz y luego volteó a verme, apurado como estaba yo desalojando los charcos que la lluvia había formado sobre mi techo y que amenazaban con romper los bejucos que tensaban el plástico. No esperó el Viejo Antonio, el tabaco no esperó, y con la pequeña nube de cigarro y pipa, como antes la lluvia, empezó a abundar la palabra.


“Tiene tiempo ya”-, dijo el Viejo Antonio.


Un viejo sabedor purépecha me contó cómo el amor que parece imposible, suele buscar caminos extraños para darse el beso que anula la dualidad.

Y qué amor más imposible que el de la sombra y la luz, el de la luna y el sol. Y contó el purépecha que sus anteriores cuentan así el imposible suspiro que unió y une a ambos:

El sol, que Curicaueri tiene por nombre, amó y amado fue por Xaratanga, que es como la luna se llamaba. Tanto era su amor y tanto su necesidad de tocarse, que no se separaban. Sufrían entonces hombres y tierras las consecuencias de esa pasión que iba contra todo.


Se enteró Nana Cueráperi, la naturaleza madre, la tierra, el principio y el fin, la más grandiosa y sabedora, y grande fue su extrañamiento, porque, cuando hizo al sol y la luna echó a caminar el cielo, bien que les explicó su trabajo: al sol caminar le tocaba el día, y resbalarse por la noche era la labor de la luna. Pero el amor hecho pasión de ambos incumplía el acuerdo de los tiempos primeros. Enojó entonces Nana Cueráperi y llamó a los dos a su presencia para decirles así:


“Todo hice yo, ríos, mares, tierras y montañas. De árboles, animales y plantas y flores los poblé. Hice después al hombre y a la mujer para que sobre mí y en mí fueran. Pero el volcán vaciaba su ira sobre los valles, mientras zirpiri, el rayo, y hanicua, la nube, se amaban de tal forma que lluvia grande se hacían y el agua lo cubría todo. Para eso resolver, fueron creados ustedes. Xaratanga debía esperar en casa mientras Curicaueri calor daba a la tierra y, con su paso, abriría las flores y crecería, maduro, el maíz que es corazón y alimento de mi gente. Regresando al hogar Curicaueri, la luna debe salir, con su grande compañía estrellada, para ser guardiana del mundo”.


La Luna y el Sol protestaron, pero Nana Cueráperi, la madre tierra, no se conmovió y enojada sentenció: No yacerán juntos, no se unirán sus pieles.


Lloraron los dos amantes irreverentes y de sus lágrimas caídas en la tierra, brotaron raíces, flores y frutos maravillosos. Caminó desde entonces el sol el día, y desde aquel tiempo la luna vigiló la noche.

Pero cuentan también que el y ella, no habiendo lugar y tiempo para a escondidas verse, tocarse y amarse, un rincón le hicieron a la habitación del tiempo donde encontrarse pueden la sombra y la luz. Es por eso que, en algunas madrugadas, la luna deja a lluvias y estrellas cubrirle en la guardia y, vestida sólo de nube, en el abrazo del sol se envuelve y él más luz se hace y ella más se entibiece, y entonces otra una lluvia se llueve, y algo así como un largo suspiro, viento se hace sobre la silenciosa tierra.


Se calló el Viejo Antonio, y, como si tal, un viento inquietó entonces la noche, y la lluvia volvió a reinar, aunque lluvia muy otra me pareció…


Cuando escucho historias de amores inverosímiles, como ésta que me contó el Viejo Antonio y ahora les cuento yo, es que pienso que no sé si dios exista, pero existen los milagros.


Vale. Salud y que, si no tienen lugar, sombra y luz se hagan el mundo que su ansiedad necesita y merece.


Subcomandante Insurgente Marcos.



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