sábado, 19 de mayo de 2012

Hasta siempre, Carlos Fuentes


Por Raúl Sinencio Chávez
 
Alguna vez él mismo citó este verso prehispánico: “Todos tendremos que ir al lugar del misterio”. Desde el 15 de mayo de 2012 está Carlos Fuentes allá. La elite política, bien representada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, mostraría poco antes la ignorancia que dispensa al valioso acervo del escritor. Pero si por crítico incomodaba a los potentados, nosotros queremos recordarlo con fragmentos de ensayos, donde emergen ideas progresistas, a la altura de su tiempo.
 
PODEROSOS
 
“La Revolución mexicana fue una revolución verdadera, tan profunda y decisiva como lo fueron las revoluciones francesa, soviética y china, o la norteamericana […] para los suyos”, previene. Con Enrique Florescano destaca: “Es un cambio real que revoluciona al Estado, desplaza violentamente a la antigua oligarquía dominante, promueve el ascenso de nuevos actores políticos e instaura un nuevo tiempo, el tiempo de la revolución”.
 
De ella formó parte la revolución agraria. Encabezada por Emiliano Zapata y Francisco Villa, intentó restaurar “los derechos de las comunidades sobre sus tierras, bosques y aguas. Favorecía” la “democracia comunitaria descentralizada y autónoma”, explica Fuentes.
 
Premio Cervantes en 1987 y Premio Príncipe de Asturias en 1994, don Carlos encuentra a la par otra revolución. “Centralizadora y modernizante”, la consolidan "dos estadistas […] poderosos […]: Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles”. Ella crea “un Estado nacional moderno, capaz de fijarse metas de bienestar colectivo mientras promovía la prosperidad privada”.
 
CRECIMIENTO
 
El también prolífico novelista considera que “fue Lázaro Cárdenas, presidente entre 1934 y 1940, quien le dio su verdadera forma y contenido al sistema” resultante. De entrada, “la reforma agraria” repartió tierras “a las comunidades” y “multiplicó, al principio, la producción y liberó al campesino de […] inmemorial esclavitud a la hacienda y el latifundio”.
 
Fuentes pondera luego el segundo legado emblemático de Cárdenas, “la nacionalización del petróleo en 1938”. Tuvo así México “una infraestructura” adecuada, incremento “de la industria y […] un proletariado […] abundante y mal pagado”. De ello surgiría “una clase empresarial que, por más que criticase la retórica de la Revolución, […] aprovechó sin miramientos […] sus políticas”.
 
Don Carlos subraya: “Cárdenas sentó las bases para el crecimiento anual de 6 por ciento que México sostuvo entre 1940 y 1980”. “Junto con el Producto Nacional Bruto crecieron los salarios reales y el poder adquisitivo de toda la sociedad. Aunque las clases medias y superiores fueron favorecidas, las clases trabajadoras y los campesinos recibieron una mayor parte del ingreso nacional que nunca antes o después”.
 
REFLEXIONES
 
En paralelo, continúa Fuentes, asomó “una sociedad civil […] cada vez más fuerte, más educada, más crítica, más diversificada,” que empezaba “a manifestarse”. Como si nada ocurriera, “cuando los beneficios del sistema comenzaron a transformarse en […] pérdidas […], cuando las fuerzas originalmente liberadoras se” volvieron “fuerzas de injusticia y enajenación, el sistema continuó […] insistiendo en aplicar las fórmulas erosionadas del éxito a una nueva situación que las rechazaba”.
 
Al respecto, don Carlos postula: el “desarrollo […] ya no puede privarse de su escudo político, que es la democracia; ni de su escudo social, que el la justicia; ni de su escudo mental, que es la cultura”. Vale considerarlo: “¿Puede haber futuro vivo con pasado muerto? ¿O debemos repensar una modernidad incluyente, que no deje fuera ninguna aportación para un futuro verdadero, […] un futuro cargado de pasado, de experiencia, de memoria?”.
 
Carlos Fuentes ha partido “al lugar del misterio”. Aparte de novelas espléndidas, nos deja ideas, textos, reflexiones, análisis. Hay que agradecérselos. Resultan insustituibles para navegar las retadoras aguas del México actual, con él compartido.
 
Publicado en La Razón, Tampico, Tamps., 18 mayo 2012.

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