viernes, 13 de septiembre de 2013
El último mártir zapatista
“Mi padre fue un maestro, un líder revolucionario y un cuidador del pueblo”. Las palabras de Héctor Patishtán expresan lo que muchos chiapanecos sienten por el indígena de etnia tzotzil, encarcelado hace 13 años acusado de matar a siete policías. En pleno levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el activista Alberto Patishtán no dudó en apoyar a los guerrilleros como miembro y colaborador. “Pero no se unió a la lucha armada porque siempre rechazó el uso de las armas. Es la única diferencia que le separó de los zapatistas”, puntualiza su hijo. A pesar de eso, el Subcomandante Marcos en persona le visitó en la cárcel y emitió varios comunicados pidiendo su liberación.
Al calor de la aprobación del Sistema de usos y costumbres, aceptado por el Gobierno en 1996 tras las reivindicaciones indigenistas, el municipio de El Bosque (a 75 kilómetros de San Cristóbal de las Casas) cambió de hábitos para siempre. “En nuestro pueblo tenemos autonomía. Las leyes las hacen todas las personas, no solo un juez. Tenemos distintas cooperativas que producen los alimentos y los distribuyen sin intermediarios. Somos ecologistas, indigenistas y no permitimos entrar de empresas extranjeras. En nuestro territorio no entran los McDonallds”, comenta Héctor sonriente.
En aquellos años, varias organizaciones civiles y grupos de activistas luchaban por la caída del Presidente Municipal, Manuel Gómez Ruiz, a quien tachaban de nepotista y represor. Patishtán estaba doblemente interesado en derrocar al político, que además, era su primo y vecino. En medio de los enfrentamientos se produjo el asesinato de los siete policías. Aunque nadie sabe quién los mató, se especula que pudieron ser narcotraficantes, asaltadores o incluso los mismos guerrilleros. “Pero el asesinato sirvió de excusa a Gómez Ruiz para acusar a mi papá. Era un hombre corrupto y maltratador que odiaba a mi papá porque sus protestas le tenían al borde de ser destituido”, asegura el hijo de Patishtán.
Tras su encarcelamiento, la figura del maestro dio la vuelta al mundo. La iconografía muestra un rostro bigotudo y una mirada penetrante e imponente, remotamente parecida a la de Emiliano Zapata. Hoy, tras 13 años entre rejas, el rostro de Patishtán no se parece al que reflejan los carteles. Enfermo de cáncer y semiciego, el indígena ha cumplido 42 años y luce delicado e inofensivo. Si la justicia mexicana no reacciona, le restan 46 años de condena.
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