jueves, 7 de noviembre de 2013
El Precursor del Sub - Por Raúl Sinencio Chávez
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Crítico
de las elites, eco del México profundo, José Joaquín Fernández de
Lizardi incomodaría a poderosos y retrógradas. Por su calidad literaria,
arrojo e incidencia mediática, bien podríamos considerarlo precursor
del Subcomandante Marcos. Vaya que sí.
Penalidades
Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, maneja con audacia la prensa, entonces único medio de comunicación masiva. Al declinar 1813 presenta “Diálogo entre un francés y un italiano sobre la América Septentrional”. Ahí desliza esto: “Un hombre de gran talento puede ser ignorante hasta que no recibe la instrucción necesaria […], en cuyo caso deja de ser ignorante. El necio, como que no está dotado de talento o capacidad, jamás se penetrará de la enseñanza, y por consiguiente, jamás dejará de ser necio”. Con encubierta dedicatoria a pusilánimes encumbrados, remata: Bien haya quien carezca “de instrucción, pero no de capacidad”.
Desde
el periódico Alacena, hacia 1815 divulga “Los paseos de la Verdad”.
Modesta y decente, ésta resalta que la sátira permite “distinguir la
virtud del vicio” en los poderosos. Sin embargo, “los que piensan que
toda sátira es retrato suyo”, padecen “los mismos vicios [defectos] que
ridiculiza, y como les viene el vestido se lo ponen luego luego”,
acusando “que el” articulista “los retrató, cuando tal vez ni los
conoce”.
Escribe
asimismo “El periquillo sarniento”, célebre novela aparecida en 1816.
Bajo el régimen novohispano sufre cárcel y censura. Aquellas penalidades
declinan al sobrevenir la independencia del país, causa en que nuestro
personaje milita, vuelto editor insurgente.
Medicina
Incluso
así, sabe mantener el tintero bastante lejos de las alabanzas por
encargo, que algunos funcionario públicos gustan de patrocinar con
recursos del erario. Déspotas, corruptos, demagogos y demás especímenes
de similar ralea le merecen duros juicios. Producidos hace casi dos
siglos, conservan tremenda vigencia.
“El
gobierno [debe] hacer que el pueblo experimente las ventajas del
sistema actual sobre el pasado, no con palabras vagas, ni con
especulaciones ideales, sino con hechos prácticos y positivos que le
hagan conocer la ventajosa mutación de su suerte”, reclama en 1825 don
Joaquín al cerrar las “Conversaciones del Payo y el Sacristán”.
Meses atrás reflexiona el Payo respecto al socorrido patriotismo de los representantes populares: “Esa virtud ayuda, pero no basta […], si falta ciencia”. El “charlatán en medicina, por mucha caridad que tenga, matará a cuantos enfermos pueda, con buena intención, porque le falta ciencia; así también un charlatán político dictará malas leyes por más patriotismo que rebose”. Ejemplos actuales, sobran.
Cenizas
Por lo tanto, en la “Constitución Política de una República Imaginaria” estipula: “Nunca se distraerán los diputados conversando, leyendo impresos ni durmiéndose mientras se discute algún asunto” importante, “pues de esa manera y votando sin conocimiento de causa, no podrán votar con conciencia segura, ni la patria lo estará de sus erradas” medidas.
Durante
las referidas conversaciones, el Sacristán alerta: “Lo que se teme en
los monarcas no es la ostentación ni el fausto, sino su soberano
despotismo; cualquier gobierno […] plagado de este vicio es tan temible
como el monarca más absoluto de la Tierra”. Filosa y certera máxima.
Complementa el Payo: “Si he de vivir expuesto a las injusticias de un
gobierno despótico, lo mismo me pega que se llame monárquico o
republicano”.
El
precursor del Sub está igualmente ligado a Tamaulipas. Con motivo de
las temerarias y dolosas imputaciones que le hace, propina contundente
desmentido al tamaulipeco José Eustaquio Fernández, teólogo y político
de ideas conservadoras. Poco antes de morir en 1827, José Joaquín pide
el siguiente epitafio: “Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano,
quien hizo lo que pudo por su patria”.
Publicado originalmente en La Razón, Tampico, Tamps.
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