sábado, 7 de junio de 2014

La Guelaguetza - Turismo y Racismo


Si bien en este momento el racismo que se vive en Oaxaca no es semejante al que existía en la colonia, en donde de manera burda y directa se calificaba a los indios como tontos, brutos o perros, sigue persistiendo y es un problema social muy importante que permea a toda la sociedad oaxaqueña.

Juzgue Usted esta nota de Proyecto Ambulante , donde Revu denuncia que "el video promocional de un minuto, bajo la dirección de Rafael Oceguera;  tiene un mensaje contundente, los “indios” son mercancía, por tanto se ofertan para quienes puedan pagarlos".

"Dicho vídeo muestra a personas, que bien pueden ubicarse como de clase alta, sonriendo por doquier, mientras otras personas, con rasgos claramente indígenas, les arrojan pétalos de flores a su paso, los indígenas bailan mientras sus compradores comen o descansan.
Es la banalización completa de la supuesta fiesta de los oaxaqueños". 

"¿Este es el mensaje del gobierno del Estado? ¿El regreso a la metáfora de los "indios" al servicio de los "blancos? Al menos, ese es el mensaje institucional".




La fiesta de la Guelaguetza 


Guelaguetza es una palabra zapoteca que significa reciprocidad, ayuda mutua, ya sea en trabajo o en especie cuando los familiares y paisanos lo requieren. A nivel turístico la guelaguetza es una fiesta que se celebra los dos últimos lunes de julio y, de acuerdo con los cronistas y folkloristas de Oaxaca, tiene sus antecedentes en la época mesoamericana. No es así, se originó en 1932 cuando, dentro del movimiento cultural destinado a construir nuestra mexicanidad, en Oaxaca se plantea la necesidad de crear la oaxaqueñidad, pero el problema estaba en la existencia de grupos étnicos diferentes y la idea de nación que entonces prevalecía, volvía difícil esa integración de lo diverso. Se pensó para celebrar el 400 aniversario de la fundación de la ciudad de Oaxaca en un espectáculo que congregara a las regiones . Surgió así la idea del “Homenaje racial”, término que dice mucho acerca de las concepciones de los organizadores: la existencia de diversas razas y, por lo tanto, de diversos desarrollos económicos en el estado. Y para enmarcar estas celebraciones se eligió a una reina del homenaje racial: una señorita perteneciente a una vieja familia criolla de Oaxaca.

Con el Homenaje racial se buscó crear la unidad oaxaqueña a nivel de lo ideológico, pero poco se hizo para destruir el orden económico que tenía a los pueblos indios de Oaxaca sumidos en la miseria. Lo que se creó fue un espacio para legitimar la dominación sobre los indios mediante la reproducción del estereotipo de indio que la sociedad criolla quiere. A su vez este espacio permite transmitir una idea sobre la sociedad oaxaqueña que poco tiene que ver con la realidad: una sociedad tolerante, plural, en donde todo está en orden.

Con el paso de los años, el homenaje racial se transformó en lo que hoy se llama Guelaguetza: un espectáculo para turistas, sin embargo se ha convertido en el símbolo de los oaxaqueños. Consiste en presentar los bailes, danzas y trajes representativos de las ocho regiones y de los grupos étnicos. Bañado en lo que los folkloristas denominan “lo auténtico”, se presenta el espectáculo. Y junto a éste otras representaciones, como la elección de la diosa Centéotl, el Bani Stui Gulal (repetición de la antigüedad) y la leyenda sobre la princesa Donaji. Actividades recientes con el fin de atraer más turistas, pero que sirve, también, para reforzar el estereotipo de una sociedad en armonía, en paz, tolerante pese a la existencia de una gran desigualdad económica, en donde el grupo dirigente califica lo que es auténtico y descalifica a lo que no lo es de los grupos subordinados.

La Guelaguetza, puede examinarse a partir de su característica de fiesta, precisamente. Las fiestas permiten interrumpir el tiempo temporal, el cotidiano en donde se expresan relaciones desiguales y de dominación, por lo tanto los conflictos propios de una sociedad desigual para entrar al tiempo sagrado, el intemporal, en donde las desigualdades se desvanecen, todo es armonía y conviven todos. Durante los dos últimos lunes de julio las actividades se interrumpen en la ciudad de Oaxaca. Esos días una parte de los oaxaqueños de las clases populares, desde muy temprana hora, acude a la Rotonda de la Azucena para presenciar los bailables y danzas de las ocho regiones del estado. Y para aquellos que no quieren o no pueden asistir, la televisión local transmite el espectáculo, lo mismo que la radio. Así la ciudad de Oaxaca se halla invadida por el espíritu de la Guelaguetza.

Esta fiesta borra aparentemente las desigualdades que existen entre los grupos étnicos en Oaxaca, pues cada uno de ellos tiene asegurada su participación en ella. Nada se dice sobre las condiciones de vida de cada grupo o bien sobre el trato que las autoridades de Turismo le otorgan a cada una de las delegaciones. Sólo se realza la belleza de los trajes, del paisaje y las características de cada grupo étnico dando la impresión de que todos los grupos étnicos tienen un mismo trato y que en sus comunidades viven en el paraíso terrenal y que la relación entre las regiones es de igualdad. Cada delegación da un mensaje de bienvenida a los asistentes, primero en la lengua materna y después en español, cuando en la vida cotidiana de la ciudad sólo se acepta el castellano y hablar un idioma de origen mesoamericano significa atraso, pobreza. Por ello se evita hablarlo. Resalta la presentación del grupo étnico mixe, pues se resalta con orgullo, por parte del maestro de ceremonias, que son los nunca conquistados .

Sin embargo, es de los grupos más marginados y más discriminados Así, junto a la rica delegación del Papaloapan, compuesta por jovencitas pertenecientes a las familias con mejores condiciones económicas, se presentan las delegaciones de los Triques o de la Mixe, cuyas condiciones de vida están muy alejadas de lo que los especialistas denominan las necesidades básicas satisfechas. También está ausente, porque se está en el tiempo sagrado, los conflictos que existen entre pueblos o la dominación que un grupo étnico ejerce sobre otro. Conviven las jovencitas pertenecientes a las familias más adineradas del Papaloapan con las campesinas indígenas de la Sierra o la mixteca, que en la vida cotidiana éstas pueden ser las trabajadoras domésticas de las primeras.

El análisis de la guelaguetza como un todo puede continuar, sin embargo su estudio a partir de la participación de cada delegación india brindará una idea más clara acerca del tipo de relaciones que se establecen entre los diferentes grupos étnicos y las ideas y símbolos que transmiten. Las regiones que normalmente son más aplaudidas y con las que se representa a Oaxaca al exterior son: el Istmo y el Papaloapan. Sus representantes son mestizas, pese a la existencia, en dichas regiones, de población indígena. En el Istmo la población indígena pertenece a las etnias zapoteca, huave y mixes; en el Papaloapan se tienen a chinantecos y mazatecos. Vemos, entonces, que para esta fiesta se desplaza a la población india, la mayoría de las veces. Lo que está presente es la vestimenta indígena, confeccionada, muchas de estas prendas, en el telar de cintura . En las regiones en donde la pobreza es más aguda se asienta la población india y a la Guelaguetza acude una delegación india, se trata de la Sierra Juárez, Mixe, Sierra Sur. Esta situación pone de manifiesto la desigualdad que al interior del estado de Oaxaca existe, pero también la aceptación de ella por parte de los grupos sociales. Así es natural que se conciba a las regiones del Istmo y del Papaloapan como no indias y, por lo tanto, ricas y progresistas. En cambio, las regiones indias representan la parte atrasada, la que provee de mano de obra a la ciudad. La imagen que da esta fiesta es de relaciones armoniosas entre grupos desiguales.

Y esta imagen de igualdad, de fraternidad que la fiesta proporciona se difunde a los turistas y, lo principal, a la sociedad oaxaqueña. En el momento de la fiesta se acepta que los indios, representados básicamente por las delegaciones de la Sierra Juárez, Mixteca y Sierra Sur, sean parte de la sociedad oaxaqueña, se ve con agrado que porten sus trajes y que hablen en su idioma materno. En este momento todos los oaxaqueños, indios o no, se muestran orgullosos de sus raíces indias, del folklore que se representa, de la riqueza cultural, pero: ¿cuántas personas se preguntan por las condiciones de vida de la población india del país?; ¿qué opinan estas personas, orgullosas de su fiesta, de los indios que defienden sus recursos naturales?; o bien, ¿qué pasa cuando regresan al tiempo temporal, al tiempo profano?

El concurso de la Diosa Centéotl es una de las actividades que giran en torno a la fiesta de la Guelaguetza. En este certamen participan las representantes de los grupos étnicos. Entre ellas se elige a la diosa que presidirá, junto con el gobernador, las fiestas. Se supone que debe ganar la que exprese mejor su cultura y esto implica la “autenticidad de su traje”, el conocimiento del idioma materno, el respeto y conocimiento de su cultura. En el 2001 fue elegida la representante del grupo triqui, quien en su discurso planteó que la mujer trique sufre mucho, debe abandonar la casa paterna, a pesar de su voluntad, cuando se casa, porque los padres deciden con quien se casa la mujer. Ya en casa del marido, debe obedecerlo. En su discurso se aceptaba la situación que vive como alguno natural. Y esta imagen corresponde con la idea que de la mujer india se tiene: sufridora, obediente, sumisa. En cambio, otra participante habló de las condiciones en que la mujer india vive, pero en un tono más que de aceptación, de rebeldía, de que ahora las mujeres luchan por cambiar esas condiciones. Al jurado –supuesto conocedores de las culturas indias de Oaxaca- no les gustó el discurso porque, obviamente, no entraba dentro del estereotipo que se tiene de lo que es la mujer india.

Otro espacio dentro de esta gran fiesta y que reafirma el dominio de los blancos y mestizos sobre lo que es el indio, lo representa el comité de autenticidad. Este comité está compuesto por personas mestizas o criollas que, se supone, conocen las diferentes culturas de los grupos étnicos de Oaxaca. Su tarea es vigilar que todo lo presentado en la Guelaguetza sea auténtico, pero: ¿cuáles son los criterios materiales para definir lo que es auténtico y lo que no lo es? No los hay porque la cultura es un proceso dinámico y más bien se debería buscar, siguiendo la lógica de esta fiesta, que los integrantes de las delegaciones pertenecieran a los grupos étnicos que representan.

Hace años se excluyó de la Guelaguetza a la delegación de Yalalag perteneciente a la Sierra Juárez, argumentando que los hombres llevaban zapatos cuando lo auténtico es que porten huaraches. En otra ocasión una de la integrantes –que pertenece a una de las familias aristocráticas de Oaxaca de origen francés- de este comité me comentó que iban a sugerir que al bailar, las mujeres no alzaran mucho sus faldas porque eso permitía mostrar parte de la pierna, lo cual no correspondía a la realidad porque las mujeres indias son muy recatadas. En ningún momento se cuestionaron si realmente estas personas se identificaban con el grupo que representaban, porque los integrantes de un grupo folklórico pueden llevar huaraches y no zapatos y no por eso son “auténticos”, o bien pueden las mujeres cuidar muy bien que al bailar no alcen mucho sus faldas y no por ello van a adquirir las características de una mujer de un grupo étnico al que no pertenecen.

Otro caso en que se manifiesta el trato desigual que el Comité de autenticidad brinda a las delegaciones es con el bailable Flor de piña, representante de la región del Papaloapan. Al inicio de ese baile, el maestro de ceremonias de esta región, conforme aparecen en el escenario las jovencitas, va aludiendo a cada una de las poblaciones que conforman esta región, dando a entender que la joven que porta el huipil de dicha comunidad, es originaria de allí. Realmente esto no es así. Las jovencitas que bailan Flor de Piña no son indias. Son originarias de la ciudad de Tuxtepec. En esta ciudad, participar en la guelaguetza proporciona un gran prestigio social. De allí que las familias más poderosas en términos económicos, fomenten la participación de sus hijas. De acuerdo con los datos proporcionados por Jesús Lizama este bailable es ensayado durante todo el año. No obstante lo anterior, este Comité no cuestiona, dentro de la lógica con que opera, la falta de autenticidad de esta delegación.

Independientemente de lo anecdótico, lo que interesa aquí es, como dice Bourdieu (1995:177) “romper con el sentido común, es decir con representaciones compartidas por todos, trátese de simples lugares comunes de la existencia ordinaria o de representaciones oficiales”. Es decir, ¿qué nos dicen estos actos sobre la sociedad oaxaqueña?; o bien, ¿qué hay detrás de estos espectáculos que exponen la tradición oaxaqueña?; ¿bajo qué mecanismos simbólicos opera la dominación de un grupo sobre otro?

Como lo mencionaba en líneas anteriores, el racismo de hoy en día es diferente al de la época colonial, no es tan burdo, pero permea toda la sociedad oaxaqueña y a través de determinados rituales y símbolos se reproduce la idea de lo que es el indio, de lo que es auténtico, mismas que son creadas por el grupo dominante. Así, en la Guelaguetza se reproduce una idea romántica y bastante alejada de lo que es la sociedad multiétnica de Oaxaca: todo es armonía, no hay conflicto porque las delegaciones de las regiones indígenas presentan lo mejor de ellas, van a rendir tributo a la oaxaqueñidad, dan su guelaguetza a los presentes, a los turistas cuando les avientan los productos que llevan y, como ellos son los “auténticos” indios, asumen las características que todo indio debe tener: trabajador, respetuoso, humilde, servicial, además van vestidos como lo que son: indios auténticos. Y esta imagen idílica se transmite a los demás oaxaqueños y a los turistas.

Por su parte, el certamen de Diosa Centeólt ratifica y legitima el papel que la mujer india debe desempeñar. Por un lado ella, igual que el varón, deben ser humildes, serviciales y obedientes, pero además debe contar con otras cualidades “esenciales de su género”: la obediencia ciega al marido. Al premiar a una mujer que acepta lo anterior se está avalando la desigualdad, la sumisión, la violencia, se atenta contra los derechos humanos de las mujeres. Supuestamente este certamen y la guelaguetza, muestran a una Oaxaca orgullosa de las diversas culturas, que las acepta como son, aún cuando sean diferentes o contrarias a la cultura de sociedad mestiza o de la criolla. Es casi seguro que las mujeres de clase media y alta de Oaxaca no estén de acuerdo con un discurso de sumisión o con el casamiento forzado a una edad temprana, sin embargo lo aceptan en la mujer india, porque es india, porque esos son sus valores y como somos respetuosos de la multiculturalidad aceptamos la diversidad aunque sea contraria a los más elementales derechos humanos, además, ellas, las mujeres mestizas o criollas no se ven afectadas porque las mujeres indias continúen con sus tradiciones. Las mestizas y criollas si tienen derecho a la rebelión; las indias no.

He hablado de los grupos étnicos de origen mesoamericano que se presenta en la Guelaguetza, pero en Oaxaca también se encuentra el grupo étnico negro que habita en la Costa oaxaqueña. Este grupo ha sido excluido de la Guelaguetza, Sin embargo su existencia es real, por ello se decidió su participación en el año 2000. Pese a lo anterior, en el año 2001 los negros ya no se presentaron dentro del programa de la Guelaguetza, sino en una plazuela y dentro de las actividades de los Lunes del Cerro. Esto quiere decir que si la Guelaguetza expresa la riqueza cultural de todos los grupos étnicos de Oaxaca, los negros no son considerados oaxaqueños, o bien su cultura es inferior a la de los otros grupos étnicos, pero como se respeta la multiculturalidad, a los negros se les concedió un espacio, aunque fuera inferior al de la Guelaguetza.

Esta actitud tomada con el grupo étnico de los negros de la costa refleja primero, la forma en que se les concibe, como un grupo que si bien es oaxaqueño, no tiene el mismo valor que los demás por sus orígenes africanos, mientras que los demás si están fuertemente enraizados en Oaxaca, fueron los primeros pobladores. Esto los hace aparecer como algo anormal en el paisaje oaxaqueño. Hay que tener presente que los negros están ubicados básicamente en algunos municipios del distrito de Jamiltepec y que no es frecuente verlos en la ciudad de Oaxaca. Segundo, la manera en que esta concepción se transmite a la población de la ciudad, del estado y a los turistas. Es decir, que en este comportamiento observamos cómo se construye la realidad social oaxaqueña.

Para el caso del grupo negro, si no es usual verlos en la ciudad capital y cuando es necesario que estén presentes lo hacen, para el caso que se analiza, en un espacio de menor valor simbólico que aquel en donde los demás grupos se presentan, no es extraño que se les conciba como inferiores a los demás, como no oaxaqueños y, por lo tanto, con elementos culturales muy diferentes a los que “poseen la población oaxaqueña”. Se está, entonces, ante el proceso de habituación, que lleva, posteriormente, a la institucionalización de pautas de conducta, de concepciones de la vida.

Berger y Luckmann (1979:74) plantean que “toda actividad humana está sujeta a la habituación”. La habituación implica que una acción realizada una vez pueda volverse a ejecutar en el futuro de la misma manera, lo que conlleva a restringir las opciones para el comportamiento. En el caso estudiado, la Guelaguetza, vemos que al repetirse los comportamientos en relación con cada grupo étnico, y por los mismos grupos se ha llegado a la institucionalización de los mismos. El trato a los negros se halla institucionalizado, como también los comportamientos diferentes que las autoridades y organizadores de la guelaguetza tienen con los diferentes grupos étnicos y así como la forma en que la sociedad de Oaxaca se relaciona con los indios. Con esto se puede controlar el comportamiento humano y, sobre todo, canalizarlo hacia una dirección determinada. Estos mecanismos constituyen una forma de control social.

La institucionalización tiene la virtud de aparecer después como una realidad al margen del individuo, como un hecho externo e independiente a ellos. En este caso los diferentes comportamientos que se dan entre las autoridades estatales y los diferentes grupos sociales de la ciudad de Oaxaca por un lado y, por otro los grupos étnicos incluyendo al grupo negro, se presentan como algo normal, externo e independiente a los individuos y grupos involucrados. No hay una conciencia de que las imágenes que se tienen de los negros y su cultura es algo construido socialmente, como tampoco se acepta que la Guelaguetza, esta fiesta maravillosa, sea el medio para construir simbólicamente el orden social del estado de Oaxaca y, sobre todo, la imagen del indio que todos desean.

La Guelaguetza misma es una construcción social, cuyo fin es, como se ha dicho anteriormente, para construir un orden simbólico. Esta construcción funciona tan bien que los oaxaqueños, independientemente del grupo social al que pertenecen, piensa que es una fiesta que hunde sus raíces en la época mesoamericana. También se presenta como normal para los habitantes de la ciudad que la Diosa Centéotl sea una joven sumisa, respetuosa de su cultura, de la autoridad paterna precisamente por este comportamiento propio de los indios se halla institucionalizado, como también el comportamiento de los demás grupos lo está. Es cierto que para lograr la institucionalización de los comportamientos de los diferentes grupos, para el caso de los grupos étnicos se tuvo que desvalorar sus saberes y sobrevalorar los de la sociedad occidental. Proceso que se inició en la colonia y que hoy en día continúa cuando se califica el saber indio como ignorancia, superstición; en cambio el saber occidental (que ha abrevado de otros saberes) represente lo científico, la verdad, la sabiduría. O bien cuando se ve como natural que las condiciones de vida de la mujer india sean las más difíciles, que sus más elementales derechos no sean respetados; en cambio para las mujeres urbanas, por ser precisamente de la ciudad, la situación es otra.

En estos momentos, en varios ámbitos, no sólo en el académico, se utiliza mucho el término multiculturalismo, entendido en su significado más simple: el respeto a las culturas de los otros, es decir, que todas las actuaciones tienen una lógica que les otorga su cultura y que no se debe tratar de explicarlas desde la perspectiva de otra cultura. Sin embargo esta posición puede llevar a la indiferencia, en el mejor de los casos, sobre las condiciones en que vive una parte importante de la población indígena, y bien, ya en otro extremo, a un racismo diferencial.
 
Referencias :
Promocional racista: Guelaguetza 2014 de El Revu
Reconstrucción sociocultural del racismo en Oaxaca de Olga Montes
Pueblos, elite y territorio: Oaxaca, formación y reproducción de un sistema de dominio regional en el sur de México de Jaime Bailón


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