lunes, 19 de diciembre de 2011

A propósito de libros - Por Raúl Sinencio Chávez


Qué cosas: aunque son más pequeños que muchos objetos de nuestra cotidianeidad electrónica –la televisión, por ejemplo--, los libros mantienen características especiales. Cualquier individuo puede alardear de que determinados volúmenes marcaron su vida, con todo y conocerles apenas el título. Basta igualmente hojearlos para advertir el tropezón de quien cree que prole –descendencia—equivale a proletario o paria. Claro está que las obras bibliográficas rebasan estos límites e inspiran al gremio de escritores variadas reflexiones, aquí compendiadas.


ÁRBOLES



―Los libros gordos, los magros, los chicos y los grandes –apunta Diego Torres y Villarroel—son unas alhajas que entretienen […]. El que no los usa es del todo necio […]. Unos los hacen por vanidad, […] otros por solicitud de aplausos y es rarísimo el que para el bien público se escribe‖.

Piensa Felipe Garrido ―que un libro nos cuenta cómo es la naturaleza humana; cómo están hechos los hombres y las mujeres, cómo reaccionan, qué resortes los mueven, qué propósitos persiguen. Esa creo que es la lección más importante de la literatura; es decir, la literatura nos permite conocer mejor a los seres humanos‖.


José Emilio Pacheco señala de paso: ―Se dice con razón que un mundo sin libros es como un planeta sin árboles. […] Sin diálogo ni narración soy una ostra que ignora ser parte de una especie y de una comunidad; vivo encerrado en la prisión de mi yo, en espera, sin saberlo, del momento en que vendrán a devorarme‖.

 
RIQUEZA


Por su parte, resalta Jorge Luis Borges: ―A lo largo de la historia el hombre ha soñado y forjado un sinfín de instrumentos. […] Ha creado el telescopio, que le ha permitido indagar el alto firmamento. Ha creado el libro, que es una extensión secular de su imaginación y de su memoria […]. Cualquier papel que encierra una palabra es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu‖.

Según Carlos Fuentes, ―el libro, objeto frágil y poderoso, nos permite compartir la imaginación del mundo. Y nos otorga, en seguida, la palabra propia. Al reconocernos en la palabra, la queremos para todos: entendemos, gracias al libro, que la palabra debe ser de todos‖.
Josefina Vicens aporta: ―Un libro me da […] una riqueza bárbara […]. Leer es meterse en la mente de otra persona […]. Además, un libro enriquece al hombre, en él se va encontrando a sí mismo. Un libro nos da ideas, nos da placer, nos da dolor; se puede pasar por todas las gamas de la experiencia al leer un libro‖.


ALAS



Da cierto giro Carlos Bosch García: ―No es de extrañar que cuando el autor toma su propio libro, […] rara vez está conforme con él, y siente la angustia de no poderlo cambiar, por lo menos en alguna de sus partes. Ahí está la relación que hay entre cada hombre y cada momento de su vida y, también del individuo con su obra‖.



Para el poeta –refiere Pablo Neruda-- ―vendrán muchas ediciones más cuidadas y bellas. Llegarán sus palabras trasvasadas a las copas de otros idiomas […]. Pero ese minuto en que sale fresco de tinta y tierno de papel el primer libro, […] con sonido de alas que revolotean y de primera flor que se abre en la altura conquistada, ese minuto está presente una sola vez en la vida‖.



Dejemos que John Ayscough finalice este recorrido: ―Hay libros de los que se venden muchos ejemplares, pero de los que resulta leído uno solo; y hay otros que tienen docenas de lectores por cada ejemplar vendido
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Publicado en La Razón, Tampico, Tamps.


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