sábado, 5 de octubre de 2013
Un concertista de antaño - Por Raúl Sinencio Chávez
Los acordes inundan la amplia sala. Incluso afuera hay personas que escuchan gozosas bajo el cielo estrellado, próxima ya la primavera. Aquella velada nos habla del solaz y gustos en Tamaulipas mucho antes de que existieran instituciones culturales provistas de generosos fondos públicos.
Manos
Para comenzar, ocupémonos de Franz Coenen. Aunque joven, lo consideran prometedor concertista. Al talento suma aprendizaje riguroso. La senda que ello le abre pronto desemboca en suelo tamaulipeco.
Viene al mundo en 1826. Nace en Holanda, hijo de reconocido fabricante de violines, a quien Niccoló Paganini confía el arreglo de los viejos instrumentos que adquiere, para armar envidiable colección. Tal circunstancia despierta las inquietudes relativas del muchacho. Paganini ofrece impartirle lecciones, pero fallece al mediar 1840.
“Decidido el padre de Coenen a que su hijo estudiase la música, lo puso” en manos “de [Charles- Auguste de] Bériot, otro célebre compositor y violinista”, refiere Manuel Payno en breve semblanza. El alumno “permaneció cinco años al lado de Bériot, estudiando con un tesón y constancia tal, que el maestro se manifestó muy satisfecho. […] Deseoso de viajar y de darse a conocer, abandonó su país natal”.
Bocana
En 1846 va a París y Londres, sin conseguir debutar por diferentes razones. Dicho objetivo lo concreta en Nueva York. Traba de paso “amistad con [el pianista austriaco] Enrique Herz”. Juntos deciden presentarse en nuestro país, que “algunos pintan como poco civilizado, como hundido en el desorden y el vicio”, apunta Payno.
En la capital mexicana, “la noche que se presentó […] Coenen tocó el ‘Carnaval de Venecia’, […] composición de Paganini que imita la querella de dos amantes. ¡Cuánta suavidad para imitar la voz suplicante de la tímida doncella! ¡Cuánta gracia y naturalidad para remedar al novio poltrón y rudo! El público […] aplaudió con furor al joven artista”, que con obras propias o ajenas muestra “delicadeza infinita en el manejo del arco”, puntualiza don Manuel hacia 1849.
Coenen realiza posterior gira nacional. De ella parece el sur de Tamaulipas mantenerse al tanto. El 6 de marzo de 1850 cierto tabloide de Tampico anuncia: “En el próximo paquete inglés se espera a este […] violinista, el que tiene preparado un concierto la noche de su llegada en la Lonja” Mercantil, sobre la esquina suroeste de las calles General César López de Lara y Salvador Díaz Mirón. Quizás procedente de Veracruz, Coenen desciende el viernes 15 del bergantín “Josefine”, único barco que fondea entonces frente a la bocana del río Pánuco.
Sectores
El sábado 16 aparece colorida nota periodística: Anoche “la Lonja se llenó hasta donde podía serlo y mucha gente tuvo que quedarse fuera […]. Franz Coenen se presentó en la escena. Allí brilló su buena educación y su habilidad. Cada pieza que tocaba se le aplaudía hasta el extremo. Lo hicieron trabajar doble. Todo lo tuvo que repetir para complacer al público entusiasmado. Concluida la función se propuso casi toda la concurrencia acompañarlo hasta su posada […] acompañándole también la música militar del batallón de Tampico. [...] Los tampiqueños admiran su grande habilidad, [...] sus bellos modales y [...] su condescendencia”.
Semanas adelante Coenen retorna al terruño.Porque según la prensa capitalina, “en 1850 volvió […] a Holanda […], y en Rotterdam, sus compatriotas lo obsequiaron entusiastas con magnífica serenata […]. La ciudad le ofreció una rica copa de plata y oro cincelada”.
En compañía del pianista Ernst Lubeck, paisano suyo, Franz visita luego el Caribe y Sudamérica. El dúo en 1854 dedica a México exitosa temporada. Nótese que entretanto asoman sectores ilustrados en Tamaulipas, amantes de las bellas artes.
Publicado en La Razón, Tampico, Tamps., 4 octubre 2013.©2013-paginasmexicanas®
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