lunes, 13 de marzo de 2017
Si se te pierde el alma en un descuido
¿Qué hace esa india huichola que
está por parir? Ella recuerda. Recuerda
intensamente la noche de amor de donde
viene el niño que va a nacer. Piensa en
eso con toda la fuerza de su memoria y
su alegría. Así el cuerpo se abre, feliz
de la felicidad que tuvo, y entonces nace
un buen huichol, que será digno de aquel
goce que lo hizo.
Un buen huichol cuida su alma, su
alumbrosa fuerza de vida, pero bien se
sabe que el alma es más pequeña que
una hormiga y más suave que un susurro,
una cosa de nada, un airecito, y en
cualquier descuido se puede perder.
Un muchacho tropieza y rueda sierra
abajo y el alma se desprende y cae en la
rodada, atada como estaba nomás que
por un hilo de seda de araña. Entonces
el joven huichol se aturde y se enferma.
Balbuciendo llama al guardián de los
cantos sagrados, el sacerdote hechicero.
¿Qué busca ese viejo indio
escarbando la sierra? Recorre el rastro
por donde el enfermo anduvo. Sube, muy
en silencio, por entre las rocas filosas,
explorando los ramajes, hoja por hoja, y
bajo las piedritas.
¿Dónde se cayó la
vida? ¿Dónde quedó asustada? Marcha
lento y con los oídos muy abiertos,
porque las almas perdidas lloran y a
veces silban como brisa.
Cuando encuentra el alma errante, el
sacerdote hechicero la levanta en la
punta de una pluma, la envuelve en un
minúsculo copo de algodón y dentro de
una cañita hueca la lleva de vuelta a su
dueño, que no morirá.
Eduardo Galeano
©2017-paginasmexicanas®
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